Hoy, que tenemos preparado un cuentacuentos sobre la tradición de la castañada en la librería, nos apetece estrenar este blog escribiendo algo acerca de la castañera. Ayer vimos una que pasaba volando frente a nuestra ventana… ¿O solo la imaginamos?

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El caso es que prácticamente todas las culturas tienen tradiciones similares a la de la castañada, lo particular es que aquí, en Cataluña, se vincule a un personaje tan cotidiano como la vendedora de castañas. Cuentan que el origen de esa tradición se remonta a los tiempos en que había gente en los pueblos  encargada de hacer repicar las campanas de las iglesias toda la noche de difuntos. ¡Madre mía! ¡Toda la noche! ¿Os lo podéis imaginar? ¡Qué tortura! El caso es que los campaneros tenían que comer algo para reponer fuerzas en medio de la tarea y como era tiempo de castañas, pues nada mejor.

Esa costumbre se extendió después a toda la población y las castañeras –siempre mujeres, tal vez porque los hombres estaban en el campo- se hicieron con su lugar en el imaginario popular del otoño. Como las hojas secas y las setas. Siempre encerradas en ese cubil calentito en el que guardaban las castañas frescas, los cucuruchos de periódico y la vieja caja metálica un poco oxidada con el cambio.

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A La Petita le parece una tradición preciosa la de la castañada, tal vez porque nos  recuerda otras cosas: reuniones familiares en torno al fuego, historias contadas a media voz por los abuelos, vino dulce y camas calentitas con muchas mantas y millones de sueños escondidos bajo la almohada.

Pero como a nadie se le ocurre ya pasarse toda una noche repicando las campanas de las iglesias, también echamos de menos algo que actualice un poco a la castañera, algún autor valiente que la transforme en integrante de la liga secreta de los superhéroes humildes, junto al heladero, el afilador o la cabra que sabía subirse a una escalera animada por el sonido de la trompeta.

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En su canción está todo lo necesario para hacerlo: la camisa no “le iba petita”, la llevaba ceñida, como superwoman; la faldilla “li fa campana” porque no es para caminar, sino para volar y “les sabates li fan cloc cloc” porque esconden sus armas secretas: dos poderosos lanzaboniatos…

Mientras la noche se apodera del cielo de la ciudad y las sombras comienzan a acechar en las esquinas, una viejecita de aspecto inocente deposita otro montón de castañas en el fuego.

Las hojas secas se arrastran por las aceras empujadas por el viento y los malvados se preparan en sus guaridas para dar el gran golpe. No imaginan que encerrada en ese cubil, apenas iluminada por las brasas, se encuentra su peor enemiga: la supercastañera…

 


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